No es lo mismo tener una tienda en una gran avenida en el centro de la ciudad que en un callejón en el extraradio. Quizás si la dirección de tu tienda es demasiado complicada o está oculta entre edificios de oficinas o en el extrarradio recién construido de la ciudad, los clientes pueden tener problemas para encontrar tu tienda.
Algo tan llano como no encontrar una dirección para llegar a una tienda es extrapolable a los dominios en Internet. Porque un dominio es, a fin de cuentas, la dirección de nuestra morada digital, ya sea ésta una página web, un blog personal o corporativo, una red social o portfolio online con todos nuestros trabajos.
Si, por ejemplo, queremos estar presentes personalmente en Internet, la mejor opción es contar con un dominio que se ajuste a nuestro perfil real, es decir, que incluya nuestro nombre y apellidos en la dirección. Esto no suele ser un problema cuando la herencia heráldica de nuestros padres es poco común.
Pero: ¿qué sucede cuando nuestros apellidos comunes y nombre ya han sido cazados por uno de nuestros tocayos? Aquí la mejor opción es lanzarnos a por otro nombre de dominio que nos identifique personal o profesionalmente, pero nunca olvidar que, como todo, los dominios caducan si no se renuevan, por lo que en el futuro podríamos conseguir nuestro nombre.
Con los dominios de negocios sucede igual: no es lo mismo llamarse en Internet floristeriaverdedelsur.com que floristeria.com a secas. La segunda opción incluye una única palabra clave o término de búsqueda que está íntimamente relacionado con el sector, algo que facilitará el posicionamiento en buscadores cómo Google o Bing.
Lo cierto es que conseguir dominios genéricos de una sola palabra puede ser costoso, pero la inversión monetaria compensa si se siguen estrategias adecuadas de promoción y posicionamiento del dominio, siempre nutrido con contenidos de calidad e interés.
